Mi juego favorito de toda mi vida lo es Súper Mario Bros. (especialmente el numero 3) de la Consola que transformó la vida de muchos como yo, el Nintendo. Recuerdo que constaba de ocho mundos y como todo, comenzaba muy fácil a difícil. Para mi los mundos más difíciles eran: el que se jugaba en el agua (que lo detestaba mucho), el hielo (lo detestaba peor) y el fuego que mayormente era el último mundo. Su meta: encontrar a la princesa Peach (en ingles es mejor que "La princesa Melocotón"). Y por cada mundo, aunque no era la intención de Mario/Luigui, terminaba salvando la vida de un honguito que le dejaba una nota muy emocionado saltando y diciendo: "Thank you, Mario, but our Princess is in another castle" ("Gracias Mario, pero nuestra Princesa esta en otro castillo"). ¿Imaginas? ¿Que cada vez, que llegues a una meta, te digan que no lograste tu objetivo, que esta en mas adelante? Por siete mundos le ocurrió lo mismo a nuestro personaje, o mas bien a nosotros. Pero, el continuar el juego indicaba dos cosas: que estaba divertido y que no te rendías para encontrar a la Princesa Peach.
Recuerdo que si algo peculiar y emocionante le ocurría a Mario o Luigui, era que para pasar cada parte, sufría ciertas transformaciones que lo dotaban de poder. Un hongo rojo que le proveía gran tamaño, una planta le otorgaba balas de fuego, un hongo verde que le daba una vida extra por si mueres en el intento y una estrella con un merengazo, le provocaba un poder que se llevaba a cuanto monstruo (lindo por que no eran feos) se encontraba en el camino. ¡Uff! ¡Esos eran juegos de video! Y de alguna manera, tiene un paralelo con nuestra vida. Mientras vamos creciendo y desarrollándonos, se nos complican los mundos. Un niño de primer grado ve la suma básica de 1 +1 como lo que nosotros vemos como Estadística. Cada vez, la vida nos pone un peso extra que cargar. Entonces, cuando creemos estar cerca de la meta, tiramos la bandera de nuestra oposición abajo y nos damos cuenta que en ese castillo no estaba nuestro objetivo logrado, nuestra "princesa". Solo hallamos a un hongo saltarín que nos avisa y nos reanima a seguir hasta el otro castillo (que la primera vez esta bien, pero siete veces incomoda).
De camino, logramos identificar qué estrategias y qué elementos nos proveen de un poder para enfrentar mil mundos. En mi caso, he encontrado un poder en las enseñanzas Bíblicas. De hecho, ella nos dice que la Palabra de Dios es una espada con la cual nos podemos defender, y apartar de nosotros al enemigo. En fin, cuando volteas para ver como fuiste en tu primer mundo y como te ves ahora, verás cuánto Dios te ha dotado de poder para continuar.
Finalmente, cuando llegues al castigo mas grande, en el mundo 8-4, te encuentras al temido Bowser, el rey de los koopas. Luego de varios intentos, al fin le tomas el truco de sus movimientos, tomas el hacha para romper el puente que lo arrojara al lago de fuego y encontrarás a la Princesa por la cual tanto has luchado. Es allí, justo allí donde empieza el verdadero conflicto. Se acabo el juego. Se acabo el entretenimiento. Por ahora, no hay dinero para uno nuevo. Es allí, donde te das cuenta que no debiste jugar el juego tan apresuradamente, debiste encontrar todas las monedas, resolver cada acertijo. Sacarle las 100 vidas. Matar a todos sin dejar a uno. En fin, te percatas que mas que llegar a la meta era disfrutar del camino hacia ella.
Justo así, es la vida. No te apresures a alcanzar tus objetivos sin al menos disfrutar del proceso. Disfrutar de cada etapa y sus transformaciones. Hallar todas las bendiciones escondidas, los misterios presentados, las alternativas sin descubrir. Pasa por la vida, comprendiendo que cada etapa, por mas difícil, tiene su disfrute. Para cuando, al final, del "juego" se presenten los créditos, halla una plena satisfacción de tu ejecutoria y no una incertidumbre y malestar.
Ahora: Presiona el "play", transfórmate, avanza, triunfa, pero sobre todo: disfruta tu vida.
-Jomayra De Jesus
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