A principios de este año recibí grandes
regalos. El primero de ellos, el regreso
temprano, sano y a salvo, de mi esposo desde Afganistán. El segundo, el sueño de toda mujer: una cifra de cuatro números separados por una
coma en dólares para gastar en Plaza las Américas de parte de mi esposo. Para mis amigos de otras partes del mundo,
Plaza Las Américas es el centro comercial mas grande de Puerto Rico y cuenta
con mas de 300 tiendas, 13 salas de cine y mas de 40 restaurantes y aun sigue
en crecimiento. Imagínese con casi $2000
para gastar en lo que quieras en un centro comercial. Tal vez para algunas de mis lectoras sea
normal el suceso, para mí no lo es. Para
que comprendan mi sorpresa, siempre he sido una persona de pocos gastos, de ir
al centro comercial a buscar lo deseado y salir, jamás he ido a comprar cosas
sin necesidad. Pero toda la vida he
deseado con tener dinero para ir un solo día y gastarlo en todo lo que yo
quisiera. (Sí, mi esposo es el mejor del
mundo y es único, gracias a Dios).
Les cuento que ese día estaba como niña
que lo quería todo pero no quería que la cifra se acabara. ¡Ah!
Olvidé decirles que la condición era que en ese día debía gastar todo el
dinero. Camine y caminé buscando como
aprovechar la cantidad de dinero, compraba aquí y otro poco allá. Para resumirles ese grandioso día, terminó y
aun faltaba muchísimo dinero para gastar y pero también había resultado en uno
de mis mas agotados días.
Estaba súper feliz con lo que había comprado,
cosas que siempre había deseado, las tenía.
Sin embargo, luego reflexionando, recordaba todo lo que podía y debía comprar que ya sea por la emoción o
por el tiempo no lo hice. (Mi amor,
cuando gustes puedes repetir esa regalito, jijiji).
A meses de ese suceso, reflexiono y
entiendo por qué Dios no permite que todas las bendiciones se den de
golpe. De hecho pude sacar dos
enseñanzas que pueden contrastar en si pero a la vez aplicar.
La primera: En ocasiones tenemos que pasar el trago
amargo del desierto en Afganistán, de la soledad, de la distancia del ser
amado, de la enfermedad, de la operación que deja una cicatriz en tu
vientre. También de las noches de
desvelo, de las navidades sin esa persona, de la despedida de año sin ese
abrazo de “lo logramos” y “comenzamos de nuevo”, de los suspiros mezclados con anhelos. Todos esos momentos son necesarios para que
ese día de la bendición seamos como niños corriendo a ver las vitrinas para
decir: “me lo llevo”. Las dificultades tienden a vaciarnos un poco
por dentro para estar disponible al disfrute de las bendiciones.
La segunda: Dios no nos da las bendiciones de golpes, por
que el deseo de “tener” es mayor que la capacidad de recibir. En Plaza Las Américas lo quería tener todo,
pero no estaba capacitada para gastarlo y obtenerlo. Mi esposo tuvo la excelente intención y el
deseo de hacerme feliz con el sueño de toda mujer, pero siempre desee ese día
pero no me prepare para ese día.
Anhelamos grandes bendiciones de parte de nuestro Dios, sin embargo no
nos preparamos para ellas. Decimos que
Dios puede hacer esto o aquello, pero cuando te coloca la bendición de frente
nos sorprendemos o dudamos de cuán real sea la oferta de Dios. Así que puedo ahora comprender, por que Dios
no nos bendice en la manera en que imaginamos.
Estaríamos demasiado emocionados
como para disfrutar la bendición haciendo uso de ella. Nos llenamos del aire del “wow” de tal
manera que no tocamos el regalo. Tal y
como un niño pequeño que nunca ha recibido un regalo, se emociona por los
colores de la envoltura de un regalo echando a un lado el regalo, quedamos
impactados por la envoltura de: “Dios lo
hizo”, que el disfrutar de lo que siempre hemos querido.
Espero que con mi historia puedas
comprender el porqué del estado de escasez, soledad, aflicción, tristeza y todo
lo que no deseamos y que aparenta estar desligado a la felicidad. Todos esos procesos dolorosos están ahí para
vaciarte, crear espacio dentro de ti para la bendición. Digamos que es como una mudanza donde debes
tristemente deshacerte de lo que posees, limpiar la habitación, para que llegue
el camión del la mueblería con los muebles nuevos. También quiero que en medio del proceso
comiences a prepararte para la bendición, puesto que el estado de tristeza no
es eterno y siempre esa etapa es culminada por el inicio del gozo, la alegría y
el grito de victoria de haber sobrevivido.
Que cuando llegue lo que anhelas puedas disfrutar del regalo sin ser
paralizado por las emociones. Cree en
que no solo las bendiciones llegan sino que están mas que para anhelarlas,
disfrutarlas.
Pronto terminara la espera de la
distancia en el desierto afgano de tu vida y te encontraras a Dios abriendo las
puertas de tu “Plaza Las Américas”, diciéndote:
“toma lo que quieras, te lo has ganado por haber sido fiel”, en ese
momento debe tu corazón saltar y decir:
“controla tus emociones, estoy preparado a tomar y disfrutar de lo que
es mío”.
Jomayra De Jesus
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